25.11.07

Para contrastar

Me dijeron "no des tantas explicaciones" y tienen razón.

Que lo disfruten.


(…) Aureliano sonrió, la levantó por la cintura con las dos manos, como una maseta de begonias, y la tiró bocariba en la cama. De un tirón brutal, la despojó de la túnica de baño antes de que ella tuviera tiempo de impedirlo, y se asomó al abismo de una desnudez recién lavada que no tenía un matiz de la piel, ni una veta de bellos, ni un lunar recóndito que él no hubiera imaginado en las tinieblas de los otros cuartos. Amaranta Úrsula se defendía sinceramente, con astucias de hembra sabia, comadrejeando el escurridizo y flexible y fragante cuerpo de comadreja, mientras trataba de destroncarle los riñones con las rodillas y le alacraneaba la cara con las uñas, pero sin que él ni ella emitieran un suspiro que no pudiera confundirse con la respiración de alguien que contemplara el parsimonioso crepúsculo de abril por la ventaba abierta. Era una lucha feroz, una batalla a muerte, que sin embargo parecía desprovista de toda violencia, porque estaba hecha de agresiones distorsionadas y evasivas espectrales, lentas, cautelosas, solemnes, de modo que entre una y otra había tiempo para que volvieran a florencer las petunias y Gastón olvidara sus sueños de aeronauta en el cuarto vecino, como si fueran dos amantes enemigos tratando de reconciliarse en el fondo de un estanque diáfano. En el fragor del encarnizado y ceremonioso forcejeo, Amaranta Úrsula comprendió que la meticulosidad de su silencio era tan irracional, que habría podido despertar las sospechas del marido contiguo, mucho más que los estrépitos de guerra que trataba de evitar. Entonces empezó a reír con los labios apretados, sin renunciar a la lucha, pero defendiéndose con mordiscos falsos y descomadrejeando el cuerpo poco a poco, hasta que ambos tuvieron conciencia de ser al mismo tiempo adversarios y cómplices, y la brega degeneró en un retozo convencional y las agresiones se volvieron caricias. De pronto, casi jugando, como una travesura más, Amaranta Úrsula descuidó la defensa, y cuando intentó reaccionar, asustada de lo que ella misma había hecho posible, ya era demasiado tarde. Una conmoción descomunal la inmovilizó en su centro de gravedad, la sembró en su sitio, y su voluntad defensiva fue demolida por la ansiedad irresistible de descubrir qué eran los silbos anaranjados y los globos invisibles que la esperaban al otro lado de la muerte. Apenas tuvo tiempo para estirar la mano y buscar a ciegas la toalla, y meterse una mordaza entre los dientes, para que no se le salieran los chillidos de gata que ya le estaban desgarrando las entrañas.

Cien años de soledad, Gabriel García Marquez



23.11.07

Los presento: estructura, lector; lector, estructura.

Este espacio bien podría llamarse Filosofía Barata. Ocurre que ya existía un blog con ese nombre y decidí cambiarlo por Filosofía Matutina (que no por matutina deja de ser baratita baratita). La alternativa apareció cuando me di cuenta de que iba a escribir mayormente a la mañana, dado que en el laburo no hago nada más que aburrirme.
Además, "matutina" dice mucho más que "barata". Aunque la última sea más concreta y dura, la primera es más amplia: se relaciona con ese estado entre el sueño y la vigilia en el que me encuentro a las 9 am, cuando llego al trabajo; también podría hacer referencia a un tipo de filosofía más resacosa, más pelotuda y por supuesto, más barata. Más allá de estos acercamientos, creo que podremos llegar a una definición más exacta a medida que pasen las publicaciones.

Explicado el título, pasemos a la justificación. Es que hoy me levanté bien bien esquemática.
¿Para qué hago un blog?
Creo que en primer lugar podría poner la excusa del aburrimiento. Escribir es, entre otras cosas, una buena forma de matar el tiempo. Por otro lado, dejar lo que escribo ahogado en un archivo de texto dentro de una carpeta perdida en un disco, ya dejó de tener sentido. La idea de que alguien, en algún lugar del mundo, lea alguna de las boludeces que escribo no está nada mal. La idea mejora cuando se agrega que el otro puede comentar, seguir el divague. Todo lo anterior genera necesariamente un movimiento de neuronas, algún tipo de razonamiento, así sea uno bien mínimo. Eso es muy atractivo.

Hasta aquí, mis pretenciones.